Seguimos con la continuación a nuestro primer articulo acerca del tejido graso. En este caso exponemos las diferencias de género referentes a la acumulación y movilización de grasas Podrás verte identificado en relación a tu tipología corporal y saber qué repercusiones puede tener en tu salud. Además entenderás por qué existen esas diferencias entre hombres y mujeres en cuanto a cantidad y distribución de grasa corporal. Esta parte sigue siendo algo técnica pero te hará comprender mucho mejor futuras publicaciones.
Reducción del tejido graso. Bases fisiológicas (II)
¿Dónde se generan las diferencias entre hombres y mujeres respecto a las grasas?
La respuesta no es sencilla, ya que están influidas por varios factores, implicando a hormonas sexuales, a la insulina y la leptina, así como al mismo tejido graso. Todo ello determinado por miles de años de evolución impresos en nuestro código genético.
Hablando de genoma, por diferenciación de tareas en seres humanos, el macho era el encargado de cazar y defender, tareas de cierto estrés y con una necesidad energética inmediata. Por otro lado, la hembra tenía tareas menos estresantes pero de requerimientos energéticos enormes a largo plazo que son, fundamentalmente, necesarios para criar a la siguiente generación, tanto en la gestación como en su cuidado posterior al alumbramiento. Esto es lo que condiciona todo nuestro metabolismo en última instancia.
En mujeres gran cantidad de grasa se acumula en la zona glúteofemoral, mientras que en hombres se almacena en la región central, próximo a las vísceras (grasa visceral), y en la zona abdominal (grasa subcutánea abdominal). También nos diferenciamos en la cantidad de lípidos y lipoproteínas circulantes(1). Las mujeres premenopáusicas tienen un mejor perfil lipídico sanguíneo que los hombres. Esto se refiere a la ratio entre colesterol HDL (“bueno”) y LDL (“malo”), al colesterol total y a la cantidad de triglicéridos libres en sangre. Además lo es tanto en situación de ayuno como en la fase postprandial (después de comer).
¿Qué significa esta información y qué repercusiones tiene?
Fundamentalmente, en términos de supervivencia, las mujeres tienen menos riesgo de padecer trastornos y enfermedades relacionados con el sistema cardiovascular. El llamado síndrome metabólico tiene menos incidencia en mujeres premenopáusicas en normopeso que en hombres, aun teniendo una media mayor de grasa corporal que los hombres (10% más de media)(3).
Los acúmulos grasos son más peligrosos cuanto más se acercan a la zona central. Los hombres, precisamente, tienen esta tendencia que les confiere esa “forma de manzana” o forma androide. En mujeres la tendencia es al acúmulo periférico que les da “forma de pera” o genoide la cual se identifica como protectora ante accidentes cardiovasculares(2). Está claro que una mujer es más necesaria que un hombre si hablamos de perpetuación de la especie, además la naturaleza las ha dotado con una excelente capacidad para resistir, al tener una reserva energética mayor y mejor gestionada en el tiempo. Expliquemos esto:
Hablábamos de grasa central (visceral). Ésta se moviliza rápido en ambos sexos pero más en hombres. Es metabólicamente muy activa(1), cuenta con más receptores a las señales del SNS (Sistema Nervioso Simpático) y capilares sanguíneos por unidad de volumen que la grasa subcutánea. La perdida de grasa comienza por ahí puesto que es más accesible(2). Esto es beneficioso para un macho que puede pasar varias horas en ayuno, recolectando, cazando o peleando; idea que se corrobora con estudios que demuestran que ante descargas adrenales los hombres movilizan rápidamente grasa visceral(1).
Por otro lado, la grasa periférica, predominante en mujeres, tiene menor capacidad para movilizarse y asegura un aporte progresivo de energía en épocas donde la posibilidad de obtener alimento se ve entorpecida por una reducción de la movilidad en la gestación, o la necesidad de cuidar a una cría en el periodo de lactancia. Se ha demostrado que en los períodos de gestación y lactancia la grasa subcutánea de las mujeres se vuelve metabólicamente más activa y accesible como sustrato energético(1).
La grasa subcutánea supone 80-90% grasa total con valores más altos en mujeres. La grasa visceral oscila entre 6-20% con valores más altos en hombres…(3)

…¿Qué condiciona este tipo de almacenamiento y uso de la grasa y cuáles son los mecanismos internos que lo regulan?
Aquí entran en juego las hormonas sexuales y su influencia sobre la insulina, leptina y catecolaminas; variaciones en la circulación sanguínea después de cada comida, uso de las reservas de energía en fases de ayuno y diversos polimorfismos ligados al sexo que administran todos estos factores a nivel genético.
- Respecto a las hormonas sexuales, son fundamentales en el patrón de almacenamiento como antes dijimos (mujeres forma de pera-genoide / hombres forma de manzana-androide). Deducimos que los estrógenos y la testosterona son muy importantes en el proceso puesto que con la edad estas diferencias se van matizando. Después de la menopausia la cantidad de estrógenos de la mujer baja y esto provoca una redistribución del tejido graso pareciéndose a la del hombre. Con ello se emparejan los riesgos relacionados con problemas metabólicos. (1).
También es posible que los esteroides sexuales afecten al tejido adiposo principalmente a través de efectos sobre el SNC (Sistema Nervioso central), y no directamente. Testosterona y estrógenos influyen también en otras hormonas como ahora veréis.
- Los esteroides sexuales tienen efectos contradictorios sobre la secreción de leptina – los estrógenos inducen su secreción y los andrógenos la inhiben – Esta acción se ve más acentuada en los adipocitos de mujeres que en los adipocitos de los hombres(3). De aquí se desprende que los niveles de leptina son mayores en mujeres que en hombres por efecto de las hormonas sexuales. Ocurre igual con la adiponectina. La sensiblidad a la leptina en mujeres se ve comprometida por los niveles de estrógenos, siendo menor durante la fase lútea (premenstrual), donde los estrógenos descienden a niveles mínimos (2).
- Siguiendo con la insulina, las mujeres tienen mejor sensibilidad insulínica(3). Además son más sensibles al uso de grasa como substrato energético, en la zona abdominal, a pesar de la acción anti-lipolítica de la insulina, a diferencia de los hombres(1).
- El flujo sanguíneo supone un punto de inflexión en cuanto a transporte, uso y almacenamiento de grasas. En mujeres la circulación sanguínea a la zona glútea en el período posterior a la comida es mayor. Esto favorece su tendencia al acúmulo graso de la zona. Pasa igual en hombres respecto a la zona abdominal(1). Esto sucede siempre y cuando se encuentren en los rangos del normo peso. En mujeres obesas no existen diferencias respecto a hombres en los referente a acúmulo graso localizado. Esto parece estar relacionado con la Lipoproteína Lipasa y los niveles de insulina circulante que influyen en su actividad lipolítica. Las mujeres y hombres con problemas de obesidad tienen una sensibilidad insulínica reducida en la zona superior del cuerpo(3).
La lipólisis en reposo es significativamente superior (en alrededor de 40%) en mujeres. Tanta grasa libre en sangre supondría un riesgo para el sistema cardiovascular, pero no es así. Esto es debido a que las mujeres son más dependientes de la oxidación de grasa que los hombres, ¡Ellas usan más grasa! Y también en los períodos de necesidades energéticas altas como el ejercicio. Los hombres, en cambio, son más propensos a utilizar glucógeno como fuente energética principal. Por lo tanto, el aumento de la lipólisis es un mecanismo que se adapta muy bien al uso preferente de ácidos grasos libres en mujeres. Y esto se asocia con un 15% más de ácidos grasos circulantes sin efecto perjudicial para el metabolismo. De hecho, los estudios recientes demuestran que las mujeres, después de una noche de ayuno, preferentementeobtienen energía del uso de acidos grasos libres periféricos. Parece que en hombres predomina el uso de acidos grasos mediante el flujo sanguíneo de la vena porta hacia el hígado (acidos grasos libres en la circulación central) sobre el uso de los aagg del flujo sanguíneo periférico(3).
- Referente a las catecolaminas sólo adrenalina y noradrenalina (hormonas del estrés) son capaces, por sí mismas de generar la reacción desencadenante de la lipólisis. Éstas se unen, a nivel celular, solamente a cuatro tipos de receptores β1, β2, β3 y α2. Para los receptores β hay unos receptores especiales que desembocan en la activación de la enzima Lipasa Sensible a hormonas (HSL) la cual, como sabéis, desencadena la mencionada lipólisis. Por otro lado, los receptores α2 tienen como misión el efecto contrario. Se encargan de frenar ese proceso inhibiéndolo mediante otra ruta enzimática. Concluimos en que dependiendo del ratio entre unos receptores y otros, existirá un entorno más o menos favorecedor hacia la lipolisis o hacia la conservación del tejido graso en ciertas regiones. Esto determina el lugar preferido de nuestro organismo para acumular grasa.
Diversos estudios han demostrado lo que venías sospechando desde el párrafo anterior, las mujeres tienen, por norma general, un mayor número de receptores α en la zona glútea y una mayor cantidad de receptores β en la mitad superior del cuerpo. En hombres ocurre al contrario. Aunque los hombres movilizan de forma efectiva la grasa visceral, aunque no tanto la subcutánea en la zona abdominal(1).
Estamos comprobando que todo esto no son departamentos estancos sin relación. Los estrógenos y andrógenos pueden influir en la adiposidad mediante la interacción con la leptina. Potencialmente, los estrógenos aumentan los niveles de leptina procedentes de la activación del SNS que actúa directamente sobre el tejido adiposo visceral estimulando su movilización. Además, el tejido graso subcutáneo, segrega leptina, y la leptina secretada activa los receptores del SNC, es un mecanismo de autorregulación que implica las hormonas sexuales, el tejido graso subcutáneo y sus secreciones, con el SNC y sus acciones sobre el tejido graso global(2).
En resumen, hay una mayor tendencia en las mujeres a acumular grasa en la mitad inferior del cuerpo como resultado de una menor sensibilidad a la estimulación lipolítica de esa zona. Por el contrario existe una mayor sensibilidad a los estímulos lipolíticos en la zona abdominal, al contrario que en hombres. Curiosamente y respecto a la grasa subcutánea, no parece que existan diferencias regionales en las tasas de lipogénesis del tejido adiposo entre hombres y mujeres, ambos sexos muestran una mayor uso de aagg libres en la zona central en situación de ayuno.
CURIOSIDADES:
- Existe un efecto protector de la grasa en la zona gluteofemoral y su patrón de almacenamiento. Existen investigaciones que demuestran que mujeres que se someten a liposucciones en esa zona acaban acumulando grasa en la zona abdominal, lo cual puede repercutir negativamente en la salud. Esto hace pensar que los depósitos periféricos de grasa, protegen de un acúmulo en zonas potencialmente peligrosas(3).
- Los adipocitos de la zona glúteo-femoral en las mujeres son más grandes y más numerosos que en hombres, mientras que los adipocitos acumulados en la zona visceral son más pequeños en mujeres. Los adipocitos acumulados en la zona abdominal tienen tamaños similares en ambos sexos.
- Por otro lado, el aumento de la cantidad de grasa subcutánea en mujeres obesas en comparación con los hombres es principalmente debido a que tienen mayor número de adipocitos (hiperplasia). La acumulación de grasa en la zona abdominal está asociada con hipertrofia (aumento de tamaño) en ambos sexos. Incluso en aquellas mujeres con un bajo porcentaje graso, su potencial lipogénico es mayor debido a que su número de adipocitos es mayor(3).
- Grasa subcutánea tiene un diámetro celular mayor que la visceral (2).
- No todas las razas siguen de forma exacta estos patrones. Las mujeres de origen asiático tienen más grasa visceral que el resto de mujeres, pero menos que los hombres de su raza. Las mujeres de raza negra americanas tienen unos niveles de grasa visceral y abdominal parecidos a los hombres de raza negra y también más grasa en valores absolutos (3).
REFLEXIÓN FINAL:
¿Has pensado qué podemos cambiar con el ejercicio y la alimentación? ¿Y si modificamos los niveles de insulina siguiendo ciertas pautas nutricionales? ¿Y si influimos en el flujo sanguíneo con estrategias de entrenamiento específicas? ¿Podemos influir sobre los receptores β y α para activarlos o inhibirlos según nos interese? ¿Cómo lo hacemos?
Todo esto en nuestro próximo post…

SOBRE LA BIBLIOGRAFÍA:
Toda información procede de revisiones bibliográficas de modo que os presentamos aquí lo que la comunidad científica califica como “verdadero” acerca del tema.
- M. Williams,Christine (2004) Lipid metabolism in women. Proceedings of the Nutrition Society, 63, 153–160,
- Shi, Haifei; J. Seeley, Randy; J. Clegg, Deborah (2009) Sexual differences in the control of energy homeostasis Frontiers in Neuroendocrinology, 30 396–404
- Karastergiou et al. (2012) Sex differences in human adipose tissues The biology of pear shape Biology of Sex Differences,3:13



